Una Mujer Pequeña Con Una Fe Grande

jueves, 22 de octubre de 2009

Dick Hillis y su esposa Margaret se vieron atrapados en China durante la invasión japonesa de la Segunda Guerra Mundial. El matrimonio vivía con sus dos hijos pequeños en el pueblo de Shenkiu.

En el pueblo reinaba la tensión, porque todos los días llegaban informes del avance japonés. En el momento menos oportuno, Dick tuvo un ataque de apendicitis. Sabía que su vida dependía de que emprendiera un largo viaje al hospital. El 15 de enero de 1941, con un mal presentimiento, Margaret lo vio partir.

Al poco tiempo, llegó el coronel chino con noticias; el enemigo estaba cerca y se aconsejaba a los habitantes del pueblo evacuarlo. Margaret tembló al oírlo, porque sabía que Johnny -de año y medio- y Margaret Anne -de dos meses- no sobrevivirían como refugiados. Así pues, decidió quedarse. Por la mañana temprano, arrancó la hoja del día anterior en el calendario de pared, y leyó el versículo bíblico para ese día. Era Salmo 56:3 En el día que temo, yo en Ti confío.

El pueblo quedó vacío durante el día. A la mañana siguiente, Margaret se levantó sintiéndose abandonada. El versículo del calendario para ese día era Salmo 9:10 En Ti confiarán los que conocen Tu nombre, por cuanto Tú, oh Señor, no desamparaste a los que te buscaron.

A la mañana siguiente se levantó preocupada. No sabía que daría de comer a sus hijos. En la distancia se oían disparos. El versículo del calendario era Génesis 50:21 Yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. De improviso, apareció una anciana con un caldero de humeante leche de cabra, y otra persona llegó con una canasta de huevos.

Durante el día empezó a intensificarse el fragor de la guerra. Y por la noche, Margaret rogó por liberación. A la mañana siguiente, al arrancar del calendario la hoja correspondiente al día anterior, vio que la nueva tenía Salmo 56:9 Serán luego vueltos atrás mis enemigos, el día en que yo clamare.

La batalla se cernía cada vez más cerca. Margaret no se acostó aquella noche. La invasión parecía inminente. Pero a la mañana siguiente reinaba el silencio. De pronto, los habitantes de la aldea empezaron a volver a sus casas, y el coronel tocó a la puerta. Le informó que, por motivos desconocidos, los japoneses habían retirado sus tropas. Nadie podía comprenderlo, pero el peligro había pasado. Estaban a salvo.

Margaret volvió la vista hacia el calendario de la pared, y comprendió que había estado leyendo mensajes de puño y letra de Dios. Él había estado con ellos todos los días. La fe de Margaret en el Señor pudo más que su temor al enemigo. Y Dios no la defraudó.

Si lo pensamos bien, ¿qué es una casualidad? ¿podría ser obra de Dios? La fe, desde luego, diría que sí.

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El Poder de Tus Palabras

miércoles, 21 de octubre de 2009

Si todas nuestras palabras son amables, los ecos que escucharemos también lo serán.

¡La manera en que nos comportamos con los demás demuestra cuánto creemos en Dios!

■Una palabra irresponsable: puede encender discordias.
■Una palabra cruel: puede arruinar una vida.
■Una palabra de resentimiento: puede causar odio.
■Una palabra brutal: puede herir o matar.
■Una palabra amable: puede suavizar las cosas.
■Una palabra alegre: puede iluminar el día.
■Una palabra oportuna: puede aliviar la carga.
■Una palabra de amor: puede curar y dar felicidad.
¡Las palabras son cosas vivas! ¡Bendicen o maldicen, Alientan o abaten, Salvan o condenan!

Mateo 12:36-37
Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado y por tus palabras serás condenado.

La montaña de basura

martes, 20 de octubre de 2009

Un día antes de pasar el camión de la basura el padre de Jaime ayudaba a hacer sus tareas en la casa. “Detesto hacer esto”, dijo Jaime, en tanto que clasificaba y colocaba las latas en un bote de basura y las botellas en otro.

- “Sería mas fácil si no hubieras dejado acumular todo lo de una semana”, replicó su padre.

- “Me gustaba mucho más cuando tirábamos toda la basura en una de esas grandes bolsas de plástico”, dijo Jaime refunfuñando.

- “Pues si no reciclamos la basura todo lo mas que podamos muy pronto llegará el momento en que ya no habrás más espacios en los basureros”, le dijo su padre.

- “Sí, yo lo sé”, dijo Jaime asintiendo con la cabeza. “El autobús del colegio pasa todos los días por un botadero de basura. Siempre se ve una montaña inmensa de basura. Los muchachos de la escuela le dicen la montaña de basura”.

- “¿Qué es eso que hay allá?” , preguntó el padre señalando hacia una bolsa de papel color café.

- “Ah, son algunas cosas que no supe cómo clasificar”, dijo entre dientes. “Después me ocuparé de eso”.

- “Veamos qué tenemos aquí “, dijo el padre. “¡Hmmmm. Discos, algunos casetes y revistas ¡Show! Estas revistas de verdad son basura. ¿Las has estado leyendo?”

- “Algunos de los muchachos me las dieron”, contestó Jaimito avergonzado.

- “¿Te gustan esas cosas?” , preguntó el padre.

- “Al leerlas en un principio me hacían sentir como un adulto”, admitió Jaime. “Pero luego no me gustaron las cosas que venían a mi mente. Voy a botar todas esas cosas y no volveré a aceptar algo por el estilo”.

- “Me alegro”, dijo el padre. “Cosas como esas pueden hacer que tu mente y tu corazón se llenen de tanta basura que pueden desplazar a Dios”.

¿QUÉ TAL TÚ?
¿Has botado toda la basura de tu vida?
Asegúrate de que tus libros, revistas, casetes y programas de televisión no sean los equivocados. Pídele a Dios que te diga de qué tienes que deshacerte. Él te guiará al orar y leer la Biblia.

No llenes tu vida de montañas de basura.

2 Corintios 7:1
Limpiémonos de toda contaminación de carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.