martes, 18 de agosto de 2009

El 26 de febrero de 1944, es una de las fechas de mayor infamia, en la historia de la Fuerza Naval de los Estados Unidos de Norte América. El buque de guerra más poderoso de aquel entonces, el Princeton, llevaba al Presidente de los Estados Unidos, a los Secretarios de Estado y de la Fuerza Naval, miembros del Congreso y demás oficiales gubernamentales, en un viaje por el Río Potomac.

Como parte del entretenimiento para los invitados, el arma principal del Princeton, de nombre el Pacificador, fue disparada. En la segunda descarga, el arma explotó matando al Secretario de la Fuerza Naval y a varios tripulantes.

Un momento antes del disparo, el Senador Thomas Benton de Missouri, se encontraba de pie junto al arma. Un amigo colocó su mano en su hombro y cuando Benton se volvió para hablar con él, aunque un poco disgustado, Gilmore, el Secretario de la Fuerza Naval, se adelantó y ocupó su lugar. En ese preciso momento se disparó el arma, matando a este último.

Este singular momento de providencia, causó una gran impresión en el Senador Benton. Él era un hombre lleno de ira, siempre envuelto en querellas y hacía poco había estado involucrado en una violenta disputa con Daniel Webster. Después de su milagroso escape de la muerte en el Princeton, Benton procuró la reconcilació con Webster.

Le dijo: "Me pareció, señor Webster, que aquella mano sobre mi hombro era la del Todopoderoso que se extendía hacia mí para librarme de una muerte instántanea. Tal incidente ha cambiado por completo mi modo de pensar y el curso de mi vida. Siento que soy un hombre diferente; y en primer lugar, quiero estar en paz con todos aquellos con quienes he tenido fuertes desacuerdos".

Muy pocos de nosotros estamos conscientes de las veces que hemos sido librados de la muerte, pero lo cierto es que cada día de vida es un regalo de Dios. Disfruta cada uno al máximo y aprovecha el tiempo con sabiduría.

No importa lo que dure tu vida en esta tierra, procura nunca malgastar un solo día enojado y sin querer perdonar. Vive cada instante en paz con Dios y con el prójimo.
Éxodo 9:16
Y a la verdad yo te he puesto para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra.

La rosa adentro

Un cierto hombre plantó una rosa y la regó fielmente y antes de que floreciera, la examinó. Vio que el capullo pronto florecería, pero notó espinas en el tallo y pensó: "¿Cómo puede tan bella flor provenir de una planta cargada de tantas espinas afiladas?" Entristecido por este pensamiento, se olvidó regar la rosa y, justo antes de que pudiera florecer, murió.

Así pasa con mucha gente. Dentro de cada alma hay una rosa. Las cualidades que reflejan a Dios colocadas en nosotros al nacer, crecen en medio de las espinas de nuestras fallas. Muchos de nosotros nos miramos a nosotros mismos y vemos tan sólo las espinas, los defectos.

Nos desesperamos, pensando que nada bueno puede salir de nosotros. Descuidamos regar lo bueno en nosotros y, eventualmente se muere. Nunca alcanzamos nuestro potencial.

Alguna gente no ven la rosa dentro de sí mismas; alguien más tiene que mostrárselas. Uno de los grandes dones que una persona puede poseer es la habilidad de llegar más allá de las espinas de otros y hallar la rosa dentro de ellos.

Esta es una de las características del amor... mirar a una persona, conocer sus verdaderas fallas y aceptar a esa persona en nuestra vida... siempre reconociendo la nobleza en su alma. Ayudemos a otros a darse cuenta de que pueden superar sus fallas. Si les mostramos la "rosa" dentro de sí, ellos conquistarán sus espinas. Sólo así florecerán muchas veces.

La Parábola de la Rosa fue escrita por Umair... un estudiante universitario en Arabia Saudita.

Fuente: www.AsAManThinketh.net

Pero teniendo dones que difieren, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos: si el de profecía, úsese en proporción a la fe; Rom 12:5-7
El amor nunca deja de ser; pero si hay dones de profecía, se acabarán; si hay lenguas, cesarán; si hay conocimiento, se acabará. I Cor 13:8