Buscando en las gavetas

domingo, 19 de julio de 2009

Dos abuelos. Cuarenta años de convivencia fecunda y fiel. Se conocían lo suficiente, como para darse todavía la sorpresa de un malentendido. Era justo lo que había sucedido esa mañana.

El abuelo era un hombre jovial y bastante espontáneo. Impetuoso en sus reacciones, solía irse de boca cuando decía sus verdades.

La abuela, en cambio, era más paciente, pero también de reacciones más lentas. Por eso, aquel cruce de palabras que la habían ofendido, la llevó a su respuesta habitual: el mutismo.

El recurso del silencio suele ser frecuente en personas que están obligadas a una convivencia muy cercana. Sobre todo cuando no existe la posibilidad de escapar a través del grupo. Y estos dos abuelos, pasaban gran parte de la semana solos, porque sus tres hijos casados no vivían en el mismo pueblo, y los encuentros solían darse sólo los fines de semana. Y esto sucedía un día miércoles.

La discusión se había dado en horas de la mañana. Para la hora del almuerzo, se comió en silencio.

El televisor llenó un poco el vacío, sin solucionar el problema. El mate de la tarde los vio reunirse dentro del mismo clima. Y llegada la cena, continuaba aún el mutismo por parte de la abuela.

Al abuelo ya se le había pasado totalmente el mal rato, y quería que le sucediera lo mismo a su compañera. Pero, evidentemente, ésta era de reacciones más lentas. Por tanto había que encontrar una manera de hacerla hablar, sin que ello significara capitulación por ninguna de las dos partes.

Porque el asunto que los había distanciado era una intrascendencia, y no valía la pena volver sobre ello.

Cuando ya se iban a acostar, al abuelo se le ocurrió una idea. Se levantó con cara de preocupado, y abriendo uno de los cajones de la cómoda, se puso a buscar afanosamente en él.

Sacaba la ropa y la tiraba sobre la cama. Luego de haber vaciado ese cajón, lo cerró con fuerza y se puso a hacer lo mismo con el siguiente. Cuando ya se decidía a hacer lo mismo con el tercero, la abuela rompió el silencio y preguntó entre enojada y preocupada:

"¿Se puede saber qué diablos estás buscando?"

A lo que contestó su marido con una sonrisa: "¡Si! Y ya lo encontré: ¡Tu voz, querida!"

Autor Desconocido
Enviado por Ana de Zárate

La voz es un regalo de Dios. No permitamos que los problemas del diablo nos roben la hermosa oportunidad de comunicarnos. El silencio es como frío penetrante en el alma. Devolvàmonos el corazón.

!!La voz de mi amado! He aquí él viene Saltando sobre los montes, Brincando sobre los collados. Cantares 2:8.

Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes, Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz; Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto. Cantares 2:14.

Es la voz de mi amado que llama: Abreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía, Porque mi cabeza está llena de rocío, Mis cabellos de las gotas de la noche. Cantares 5:2.


El tamaño de la persona

Los tamaños varían conforme el grado de compromiso...

Una persona es enorme para uno, cuando habla de lo que leyó y vivió, cuando trata con cariño y respeto, cuando mira a los ojos y sonríe inocente.

Es pequeña cuando solo piensa en si misma, cuando se comporta de una manera poco gentil, cuando fracasa justamente en el momento en que tendría que demostrar lo que hay de más importante entre dos personas: la amistad, el cariño, el respeto, el celo y asimismo el amor.

Una persona es gigante cuando se interesa por tu vida, cuando busca alternativas para tu crecimiento, cuando sueña junto contigo.

Una persona es grande cuando perdona, cuando comprende, cuando se coloca en el lugar del otro, cuando obra, no de acuerdo con lo que esperan de ella, pero de acuerdo con lo que espera de sí misma.

Una persona es pequeña cuando se deja regir por comportamientos clichés. Una misma persona puede aparentar grandeza o pequeñez
dentro de una relación, puede crecer o disminuir en un espacio de pocas semanas.

Una decepción puede disminuir el tamaño de un amor que parecía ser grande. Una ausencia puede aumentar el tamaño de un amor que parecía ser ínfimo.

Es difícil convivir con esta elasticidad: las personas se agigantan y se encogen a nuestros ojos. Nuestro juzgamiento es hecho, no a través de centímetros y metros, sino de acciones y reacciones, de expectativas y frustraciones.

Una persona es única al extender la mano, y al recogerla inesperadamente, se torna otra. El egoísmo unifica a los insignificantes. No es la altura, ni el peso, ni los músculos que tornan a una persona grande... es su sensibilidad, sin tamaño.

Willian Shakespeare

Haré de ti una nación grande,y te bendeciré,y engrandeceré tu nombre,y serás bendición. Génesis 12:2

Les aseguro que entre los mortales no se ha levantado nadie más grande que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. Mateo 11:11

Por tanto, el que se humilla como este niño será el más grande en el reino de los cielos.