¡Sé como la Liebre!

jueves, 16 de abril de 2009

Un día una joven, dando un paseo por el monte, vio sorprendida que una
pequeña liebre le llevaba comida a un enorme tigre malherido que no podía
valerse por sí mismo. Le impresionó tanto al ver este hecho, que regresó al
siguiente día para ver si el comportamiento de la liebre era casual o habitual.
Con enorme sorpresa pudo comprobar que la escena se repetía: la liebre dejaba
un buen trozo de carne cerca del tigre.

Pasaron los días y la escena se repitió de un modo idéntico, hasta que el
tigre recuperó las fuerzas y pudo buscar la comida por su propia cuenta.
Admirada por la solidaridad y cooperación entre los animales, se dijo: "No
todo está perdido. Si los animales, que son inferiores a nosotros, son capaces
de ayudarse de este modo, mucho más lo haremos las personas".

Así que la joven decidió rehacer la experiencia... se tiró al suelo,
simulando que estaba herida, y se puso a esperar que pasara alguien y la
ayudara. Pasaron las horas, llegó la noche y nadie se acercó en su ayuda.
Siguió así durante todo el día siguiente... y el siguiente. Ya se iba a
levantar, con la convicción de que la humanidad no tenía el menor remedio,
cuando sintió dentro de sí todo el desespero del hambriento, la soledad del
enfermo y la tristeza del abandono.

Su corazón estaba devastado, ya casi no tenía fuerzas para levantarse.
Entonces allí, en ese instante, oyó... ¡con qué claridad, qué hermoso! Era
una voz, muy dentro de ella, que decía: "Si quieres encontrar a tus
semejantes, si quieres sentir que todo ha valido la pena, si quieres seguir
creyendo en la humanidad... deja de hacer de tigre y simplemente sé la
liebre".

Enviado por Edilberto Méndez

Si bien todos nosotros atravesamos y atravesaremos momentos difíciles en la
vida en los que necesitaremos el apoyo de otros en el camino, la historia de hoy
nos lleva a reconocer que siempre debemos considerar ser nosotros quienes
ayudemos en vez de quienes recibamos la ayuda. Y es que en realidad no podemos
hacer nada para que otros se interesen en nuestra necesidad, pero en cambio, sí
que podemos hacer mucho interesándonos en las de los demás. Una vez un niño,
al oírme compartir sobre este principio, me preguntó: "Pastor, pero si
siempre me preocupo por ayudar a los demás, ¿quién se preocupará por
ayudarme a mí?" Mi respuesta del momento la recuerdo como si fuese hoy, tal
vez porque me la he repetido a mí mismo miles de veces (cuando me siento un
tanto solo y derrotado): "¡Dios vendrá en tu ayuda!" ¡Lo maravilloso es
que por más de 40 años he visto a Dios hacerlo... una y otra vez! Si tal vez
sientas que esto está más allá de tu experiencia y capacidad, ¿por qué no
hacer un tiempo para adorar en compañía de otros creyentes, al Salvador este
fin de semana? Tal vez descubras que será más lo que Él te dé que lo que
tú puedas darle... y salgas renovado para vivir una vida distinta y más plena.
Adelante y que el Señor haga resplandecer Su rostro sobre cada uno de ustedes.

El Chocolate Canta

Un día tuve una cita a almorzar con unas amigas. Mae, una pequeña ancianita de cabello azulado como de 80 años, se nos unió--todos juntas, un grupo agradable. Cuando nos trajeron los menús, todas ordenamos ensaladas, emparedados y sopas, excepto Mae quien dijo: "Helado, por favor. Dos bolas de chocolate".

No estaba segura de que mis oídos hubiesen captado bien y las otras quedaron aterradas. "Junto con un pastel de manzana calentado", agregó Mae, completamente inmutable. Intentamos actuar de manera indiferente, como si la gente hiciese esto todo el tiempo. Pero cuando nos trajeron los pedidos, no disfruté el mío. No podía quitar mis ojos de Mae mientras engullía su pastel. Las otras damas mostraron consternación. Comieron sus almuerzos en silencio y con el ceño fruncido.

La vez siguiente que salí a comer, llamé e invité a Mae. Almorcé carne blanca de atún. Ella ordenó una copa de helado. Sonreí. Preguntó si ella me divertía. Le contesté: "Sí, lo hace, pero también me confunde. ¿Cómo es que ordena postres tan ricos, mientras yo siento que debo ser sensible? Ella se rió y dijo con júbilo disipado: "Estoy probando todo lo que es posible".

Intento comer la comida que necesito y hacer las cosas que debo. Pero la vida es tan corta, mi amiga, odio perderme algo bueno. Este año me di cuenta cuán vieja era (se sonrió). Nunca he estado tan vieja antes. Así que, antes de morir, tengo que probar esas cosas que por años pasé por alto. No he olido todas las flores todavía. Todavía hay muchos libros que no he leído. Hay todavía mucho más helado acaramelado que devorar y papalotes que volar.

Hay muchos centros comerciales en donde no he comprado. No me reído de todos los chistes. Me he perdido muchos éxitos de Broadway y papas fritas y gaseosas. Quiero vadear una vez más en el agua y sentir el rocío del océano en mi rostro. Quiero sentarme en una iglesia del campo y una vez más agradecerle a Dios por Su gracia. Quiero untar mantequilla de maní sobre mi tostada cada mañana. Quiero llamadas de larga distancia sin límite de tiempo a la gente que más amo.

No he llorado en todas las películas todavía o caminado en la lluvia mañanera. Necesito sentir el viento en mi cabello. Quiero enamorarme de nuevo. Así que si escojo postre en vez de cena, si muriese esta noche, diría que morí ganadora, porque no me perdí de nada. Satisfice mi corazón. Tuve aquel último mousse de chocolate antes de expirar". Con aquello, llamé a la mesera... "Cambié de parecer", le dije. "Quiero lo que ella pidió; ¡sólo que me le agrega un poco más de crema batida!"

Vivamos bien, amemos mucho y riamos a menudo... seamos felices. Recordemos que la felicidad no se basa en posesiones, poder o prestigio, sino en las relaciones con la gente que amamos y respetamos. Recordemos que mientras que el dinero habla, ¡el chocolate canta!

Autor Desconocido
Fuente: www.AsAManThinketh.net

Si bien me corro el riesgo de que algunos tomen el pensamiento de hoy como un llamado (o permiso) a una vida licenciosa y sin controles, la verdad es que vale la pena corrérmelo. Y es que demasiada gente vive posponiendo el disfrute de la vida por diversos motivos. A veces, pensamos que de alguna manera tenemos control sobre la longitud de nuestra travesía por este mundo...y queremos estirar dicha travesía al máximo. Recuerdo el caso de una señora que vivía en una casa en penumbra a pesar de contar con muchísimos recursos financieros... seguía ahorrando luz al extremo tan sólo porque se había acostumbrado a hacerlo por más de 40 años, al comienzo de los cuales había experimentado bastante escasez. Vamos, vamos, disfrutemos cada día de lo que el Señor nos ha concedido...y compartamos de gracia lo que Él nos ha dado para compartir con los demás (lo que debe incluir el gozo de vivir). Si sentimos que esto está más allá de nuestra capacidad, ¿por qué no congregarnos este fin de semana, con muchos otros que sí han descubierto que en su comunión con Dios, ese "chocolate sí canta"? Adelante y que el Señor haga resplandecer Su rostro sobre ustedes y los suyos.