
-Vuestra majestad, ¿comprende que la promesa aquí es de obediencia? Esto va a ser muy difícil para usted, dado que ha sido rey -le respondió el monje Richard.
-Comprendo - dijo Enrique-, el resto de mi vida le voy a obedecer a usted, mientras Cristo lo guíe.
-Entonces le diré lo que tiene que hacer. Vuelva a su trono y sirva fielmente en el lugar que Dios lo puso -le respondió el monje.
Después que el rey Enrique murió, se escribió esto en su honor: "Al ser obediente, el rey aprendió a gobernar".
Al final, cada uno de nosotros obedece a los justos mandamientos de nuestro Padre celestial o a "las reglas de la ley". Debemos elegir voluntariamente ponernos bajo la autoridad, incluyendo la de Dios. El no hacer esto es no tener otra "ley" que nuestro propio capricho, ¡una fuente poco confiable!
Proverbios 10:8
El sabio de corazón aceptará mandatos, mas el necio charlatán será derribado.