La Valentía de Telemaco

sábado, 17 de octubre de 2009

Justo González, destacado historiador latinoamericano, señala que a principios del año 400 d.C. muchos “monjes occidentales trataron de oponerse a las injusticias y crímenes de su tiempo. Símbolo de ellos es Telémaco, el monje que se lanzó a la arena en el circo romano y detuvo un combate de gladiadores. La multitud enfurecida y supuestamente cristiana, lo mató. Pero a partir de esa fecha, y en respuesta a la acción de Telémaco, los combates de gladiadores fueron prohibidos por el emperador Honorio” (J.González, Historia del Cristianismo, Unilit, Tomo 1, p. 264).

Al igual que entonces, en nuestro día también necesitamos actuar con hechos que produzcan cambios profundos y duraderos. Ya sea que estemos al mando de una nación o simplemente seamos un número más para las estadísticas, somos responsables en mayor o en menor escala del bienestar de nuestra generación.

Para actuar se necesitan tres cosas fundamentales:

(a) tener esperanza,

(b) conocer las causas de los problemas de nuestro mundo,

(c) entregarse concienzudamente para ser parte de la solución.

Ningún pesimista desesperanzado ha logrado algo por la humanidad. Apaliar simplemente las consecuencias del caos humano nunca ha servido para establecer cambios a largo plazo. Y nadie, absolutamente nadie, ha logrado algo positivo entre los habitantes de este planeta permaneciendo inerte como parte del problema.

La Biblia dice: “En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos” (1a Juan 3:16).

Dios no envió un folleto lleno de palabras desde el cielo para hablarnos de Su gran amor. Él vino y habitó entre nosotros en la persona de Jesucristo hombre. Y así también padeció, murió en la cruz y resucitó al tercer día, a fin de mostrar Su amor con hechos más que con simples palabras. La conclusión, pues, es que en tiempos de catástrofes naturales, guerras, conflictos y problemas cotidianos, usted y yo actuemos con hechos que impliquen sacrificio y entrega, pues de esta manera seremos protagonistas del comienzo de un nuevo mundo.

Mientras muchos pierden el tiempo en el ocio, la diversión superficial, los discursos huecos, la queja y el pecado, Jesucristo nos invita a seguir sus pasos. Entonces, al igual que el monje Telémaco en los días del Imperio Romano, lancémonos a la arena y gritemos a viva voz: ¡Es hora de cambios! ¡Es hora de actuar!

Cristian Franco