No deje morir aquello que vale la pena

martes, 30 de junio de 2009

¿Se ha preguntado adónde van a parar los restos de los aviones que un día surcaron los aires del mundo y llegan a cumplir su ciclo de vida? Debe ser un lugar muy triste. Grande. Perdido entre centenares de aparatos viejos y láminas inservibles. Verlos agonizar, cuando el sol se oculta en el horizonte, sin duda despierta nostalgia.

En particular los Boeings 727, con capacidad para transportar 173 pasajeros a una velocidad de 600 millas por hora y a una altura de 24 mil pies, son como gigantes dormidos a la espera del día sin tiempo en el que puedan abrir nuevamente los ojos para encumbrarse sobre montañas, ríos y valles, aquellos que se acostumbraron a mirar desde la distancia como águilas que se abalanzan al infinito.

Tom Bennington, un empresario norteamericano, decidió evitar la muerte del fuselaje de estos gigantes pájaros de metal. Vende objetos inverosímiles en la Internet. Por eso optó por transformar los monumentales cilindros en casas para familias numerosas. Aprovecha el área cubierta que es de doce mil pies cuadrados, para alojar una pareja y sus numerosos hijos en condiciones de relativa comodidad.

Es una forma original de asegurar que estos aviones no morirán por siempre. El costo de cada construcción de este género, únicas en el mundo, es cercano a los trescientos cincuenta mil dólares. ¡Un verdadero lujo!.

No dejar morir aquello que ha sido significativo, es una tarea loable. Es tanto como conservar lo que ha servido para edificar, no para destruir. En el caso de nuestra historia son los aviones. Cuando vamos a la Biblia encontramos que aquello que no podemos permitir que perezca, es la entrega decidida y entusiasta a Jesucristo recién comenzamos a caminar con Él.

En la carta del Maestro a la iglesia de Éfeso, tal como lo describe el libro de Apocalipsis, leemos: "Has sido constante, y has sufrido mucho por mi causa, sin cansarte. Pero una cosa tengo contra ti: que ya no tienes el mismo amor que al principio. Por eso recuerda de dónde has caído, vuélvete a Dios y haz otra vez lo que hacías al principio..."(Apocalipsis 2:4, 5. Versión Popular).

Igual su vida cristiana. Es probable que haya menguado. Dejó de orar a Dios, de leer Su Palabra contenida en la Biblia y ni siquiera asiste a la iglesia. ¿Hacia dónde marcha? Hacia un verdadero caos. Hoy es el día de evaluar el curso de su existencia. Es el momento oportuno para retomar aquello que le llevó al crecimiento personal y espiritual. Aún no es tarde. No deje que decaiga su existencia...

El ruido del alma

domingo, 28 de junio de 2009

Ira.

Es fácil definir: el ruido del alma.

Ira. El irritante invisible del corazón.

Ira. El despiadado invasor del silencio.

Cuanto más fuerte se hace, más nos desesperamos.

Algunos estarán pensando: No tienes idea de lo difícil que ha sido mi vida. Y tienes razón, no la tengo.

Pero sí tengo una idea muy clara de lo desdichado que será tu futuro a menos que logres dominar tu ira.

Toma una radiografía del mundo del vengativo y contemplarás un tumor de amargura: negro, amenazante, maligno. Carcinoma del espíritu.

Sus fibras fatales trepan alrededor del corazón y lo destruyen.

El ayer no lo puedes alterar, pero tu reacción ante el ayer sí.

El pasado no lo puedes cambiar, pero tu reacción a tu pasado sí.
Lucado, M., & Gibbs, T. A. (2001). Promesas inspiradoras de Dios (Page 63). Nashville, TN: Caribe-Betania Editores.

Nunca dejes que el ruido del alma te impida disfrutar del silencio del espíritu. Es en el silencio de la quietud espiritual cuando podemos escuchar la susurrante voz del Maestro. Sòlo se escucha cuando ya hemos desterrado el ruido del alma...La Ira.

Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni dèis lugar al diablo. Efesios 4.26-27

Mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
Santiago 1:19-20.






Obrando bien

Esperé y esperé, y Morgan nunca regresó.

Los ojos de Will se llenaron de lágrimas. Estas brotaron y rodaron por sus mejillas, mientras entre sollozos contaba la historia a su padre. Ya él se sentía como un "adulto" de cuatro años, no quería llorar, pero no pudo contenerse.

-Está bien que llores, Will -respondió su padre-. Cuéntame que ocurrió.

Con un gran supiro, Will continuó:

- Sé que no debo pasar al fondo del edificio. Morgan jugaba conmigo. Él dijo que quería ir a la piscina y que regresaría. Esperé y esperé, pero nunca regresó a jugar conmigo.

Con un latigazo en su pecho, el padre de Will se arrodilló y le tomó en sus brazos. Mientras Will se desahogaba contra su pecho, el llanto aminoraba y su padre dijo:

-Will, estoy orgulloso de ti. Cuando estamos juntos me obedeces, eso me hace feliz; pero nada se compara al bienestar que experimento si haces lo correcto incluso si estoy ausente. Gracias. Te amo mucho, mi pequeño hombrecito.

Las lágrimas pronto se enjugaron y Will continuó su juego. Su herido corazón percibió un bálsamo; las cosas estuvieron mejor por causa del amor y la seguridad que recibió de su padre. De hecho, él irradió felicidad cuando su progenitor se enorgulleció de él.

Dios el Padre es comparable a eso. Él se conmueve por el dolor que sus hijos se causan entre sí y su corazón rebosa de gozo cuando obedecemos simplemente porque es lo correcto.

Mateo 3:17
Este es mi Hijo amado en quien me he complacido.