El Pescador

martes, 2 de junio de 2009

Un hombre adinerado pasaba sus días pescando en el lago contiguo a su mansión. Cada día, veía en aquel lugar a un hombre muy pobre que vivía en una choza tambaleante. Pescaba con un palo y una cuerda. Lo hacía casi una hora; pocas veces conseguía más de dos pescados.
Entonces, se iba a casa.

Los años pasaron y, frustrado de tanto meditar, el rico se acercó al pobre:

Disculpe, por favor, pero hemos pescado en este lugar por años, y siento curiosidad. Usted viene aquí diariamente, logra pescar muy poco y luego se dirige a su casa. Sólo me pregunto por qué no permanece un poco más de tiempo.

Mire, si usted se queda cada día una o dos horas más, podría vender en la ciudad el pescado que le sobre.

Conseguiría dinero suficiente para adquirir una vara mejor, y así tener una pesca considerable. Tal vez pueda hacerse de un bote y una red. Pescaría aun más, y podría hasta contratar otro hombre y un bote adicional. Pronto no tendría que estar en el agua todo el día, sino que llegaría a ser dueño de una gigantesca compañía, la cual fácilmente podría pasar sus días pescando solo , el tiempo que desee, haciendo lo que le place y sin preocupaciones.

Pero señor, no entiendo -dijo el hombre pobre-, ¡eso es precisamente lo que hago!

Contentarse con la vida que Dios nos ha concedido es disfrutar la mayor de las riquezas.
I Timoteo 6:6
Un hombre, en efecto, es un medio de gran ganancia cuando va acompañada de contentamiento.


Águilas pescadoras

lunes, 1 de junio de 2009

El canal National Geografic presentó un programa que mostraba cómo hacen las águilas para atrapar peces en los lagos. Vuelan muy alto sobre el lago, , y su visión es tan aguda que localizan con facilidad al pez que quieren pescar. Al verlo, doblan las alas hacia atrás y se lanzan directamente hacia él a gran velocidad. Al llegar al agua, extienden las alas, abren las garras, asen al pez y vuelven a la playa.

En ese programa, mostraron una película que presentaba un hecho poco común. Un águila se sumergió apara atrapar al pez; pero, el pez era muy grande. Al comenzar a levantar el vuelo, el águila hacía un esfuerzo muy grande. El pez era pesado y ella no lograba soportar su peso.

Dándose cuenta de que no podía con su presa, trató de soltar al pez. Pero sus garras habían penetrado tan hondo en sus carnes que no podía sacarlas. Luchó mucho, pero no tuvo éxito. Comenzó a caer al lago, ahogándose, porque no pudo librarse de la caza que había atrapado.

Muchas veces, nosotros nos aferramos de cosas que pueden ser peligrosas. Escogemos malos amigos, malos programas de televisión, alimentos dañinos. En fin, nuestras elecciones acaban siendo demasiado pesadas y grandes para nosotros.

Al principio, creemos que tenemos el control, y que podremos apartarnos del mal cuando lo deseemos. Pero, sin darnos cuenta, eso se transforma en un hábito. Cuando un día tratamos de librarnos y de salir, descubrimos que estamos demasiado agarrados de las malas costumbres. ¡Estamos descontrolados!

Lo mismo que le pasó al águila que no consiguió librarse del pez y murió ahogada, puede pasarnos a nosotros; y cuando nos acordemos, será demasiado tarde para abandonar el mal; ciertamente pereceremos juntamente con él. A veces, los malos amigos nos llevan a hacer cosas que no haríamos si no anduviéramos con ellos.

En Hebreos 12:11 leemos que debemos librarnos de todo peso del pecado que nos acosa.

Así que ¡manténte despierto!

Efesios 5:11
No tomen parte en las cosas inútiles que hacen los que son de la oscuridad. DHH

Mi Inspiración

sábado, 30 de mayo de 2009

El escultor alemán, Dannaker, trabajó por dos años en una estatua de Cristo hasta que le pareció que estaba perfecta. Llamó a una pequeña niña a su estudio, señaló a la estatua y le preguntó:

-¿Quién es ese?

Ella lo miró por un momento, y luego sus ojos se le llenaron de lágrimas mientras cruzaba sus brazos en su pecho y decía:

-Deja a los niños venir a mí. (Marcos 10:14)

En esta ocasión Dannaker supo que había tenido éxito.

Luego, el escultor confesó que durante esos seis años, Cristo se le había revelado en una visión, y su parte fue transferir al mármol lo que él había visto con sus ojos internos.

Más tarde, cuando Napoleón Bonaparte le pidió que hiciera una estatua de Venus para el Louvre, Dannaker rehusó.

-Un hombre -dijo él- que ha visto a Cristo nunca puede emplear sus dones en esculpir una diosa pagana. Mi arte es, por tanto, algo consagrado.

El verdadero valor de un trabajo no viene de un esfuerzo, ni por su acabado, sino de Cristo que lo inspira.

Tomado de El libro devocionario de Dios para jóvenes.

Romanos 12:11
Fervientes en espíritu, sirviendo al Señor.