![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiqcWPHk31YXYw-Zel0Yb1BwiU52whGOcshHj_W9TKmA6F1-qWX0fhvjFx7iytXmcjPQdZrLvQi5WjtXT9jMjDuVAv-NydvwZ7pD7FjCThxzVtyivDA4XwT4j8mGRUwt3LPpZPc8osF3w/s200/reflexiones-bebe.jpg)
Ese descubrimiento me recordó que nuestro gran Dios es capaz de amar a cada uno de sus hijos totalmente sin quitarle amor a ninguno, porque ama a cada uno de manera única. Por tanto, todo creyente que pide ayuda a Dios la recibirá tan completamente como si nadie más necesitara su atención.
En la vida y enseñanza de Jesús encontramos amplia evidencia de esto. En Juan 10, Él declaró que es «el buen pastor» que llama, cuida y conoce a sus propias ovejas por nombre y es conocido por ellas (vv.3,11,14). Jesús entonces comparó esta relación entre pastor y ovejas con la relación que Él disfruta con su Padre (v.15). ¡Qué especiales somos para Él!
En respuesta a aquellos que nos advierten para que no actuemos como si el Señor tuviera predilectos, una vez escuché a un predicador decir: «¡Claro que Dios tiene predilectos! ¡Todos somos sus predilectos!» Como hijos suyos podemos estar seguros de su atención y amor. -
Juan 10:3
y a sus ovejas llama por nombre, y las saca.